Extracto de "La Magna Diversidad", del historiador e inventor Dagobertus Skallafade
Luego de las devastadoras consecuencias que generó el Cisma de Nankar y
que terminó con la destrucción de su ciudad hace casi un milenio y la
cuasi-extinción de los Shariitas (véase el relato
Fabricando Dioses,
de Kirlian Suuk, hechicero emérito del Imperio de Fédregahl para más
información sobre este evento), pareciera que esta raza viviría sus
últimos días sobre Ihbn cargando la amargura de experimentos fallidos e
innovaciones malditas. Siendo una raza muy creativa y tecnológicamente
avanzada, habían colaborado enormemente en el desarrollo de muchas
técnicas de forja, construcción e incluso los impresionantes Flamígeros,
estructuras con forma de acordeón con aspecto de arietes, que escupían
lenguas de fuego daónico que podían arder incluso sobre el agua. Pero
los eventos del Cisma de Nankar, cuando crearon a sus Servidores Fríos,
una amalgama de magia y golems de acero que les permitía dotarlos de
consciencia y pensamiento propio para ayudarles en sus labores civiles y
militares, y que se rebelaron contra sus creadores pocos años después,
los relegaron a una posición temida y evitada por el resto de los
habitantes del mundo. Aunque todos los Servidores Fríos fueron
destruidos a un horrendo costo en vidas y recursos (incluyendo la corta
intervención de un grupo de Ángeles, que consideraba a estos autómatas
como "no pertenecientes a este plano de la vida"), los Shariitas
quedaron reducidos a solo un puñado de decenas, y sin sus ciudades y con
sus recursos agotados, parecería que pronto morirían, con su huella
borrada de la existencia.
Sin embargo, uno de los Pensadores, de nombre Conrad Lasth, dirigió
hacia los Shariitas sobrevivientes a una región del océano donde, según
afirmaba, "habitaba el portador de nuestra última esperanza". Era una
región oceánica peligrosa, denominada
Íldrunedr,
que era evitada por todos los mercantes, piratas y almirantes pues hay
un remolino eterno que, según cuentan las leyendas, lleva directo a las
fauces de un gran behemoth cuyo estómago se extiende por kilómetros y de
donde ni siquiera las almas pueden escapar. Conrad decía que, en lugar
de eso, allí se encontraba la Puerta de Ewlied, un Titán, precisamente
el de la creatividad y el raciocinio. Guió a su agónica raza hacia el
remolino, y empleando un extraño dispositivo cristalino que amplificaba
su voluntad, pidió a Ewlied que salvara a su raza de la extinción. De
alguna manera, Ewlied respondió, mientras su nave era engullida por el
remolino.
Los Shariitas encallaron en una caverna, debajo del océano, pero bajo
cierta clase de realidad alterna, desde donde podían salir empleando
Puertas Ewliedanas, construcciones presuntamente hechas por el mismo
titán. En este extraño lugar dispar de la realidad, fue donde los
Shariitas se asentaron, y continuaron desarrollándose, alejándose de
todas aquellas razas que les temían y a su vez, teniendo suficiente
espacio para expandirse y seguir creando nuevas tecnologías. Su mayor
logro fue, sin embargo, lograr controlar la magia Ewlidiana con su
propia tecnología, pudiendo crear más Puertas Ewliedanas en diferentes
lugares de Ihbn, pudiendo abarcar virtualmente cualquier lugar en
instantes. Además, estas puertas tenían la ventaja de que solo los
Shariitas podrían atravesarlas, salvándose también de invasiones de
razas beligerantes (como los anélidos K'rflaad, los Gháam o los
Exiliados).
Con el paso de los años, Conrad moriría en su sueño, y un nuevo Pensador
sería requerido para ocupar su lugar como líder de los Shariitas.
Desgraciadamente, el infame Ethmaror arrebataría el puesto, y con él,
cambiaría los ideales Shariitas para siempre. Reinstigaría la creación
de Servidores Fríos, pero ahora contando con la magia Ewliedana, donde
se aseguraría que no volviera a ocurrir otro evento como el Cisma. Estos
nuevos Servidores Fríos estarían a cargo de casi todas las tareas
mundanas de los Shariitas, y esto les dio tiempo libre para investigar y
perfeccionar aún más su dominio de la magia y la tecnología. Sin
embargo, también les convirtió en seres farisaicos y hedonistas, que
solo se preocupaban de seguir sus deseos, y perdieron toda forma de
respeto y ética por la vida y por las demás razas. Ethmaror, con un
recelo ante las razas que los veían casi como parias, incitó este odio a
toda su estirpe, y pronto, los Shariitas pasarían de ser una poderosa
civilización creadora y próspera a un culto egoísta y amargado, que solo
se preocupaba de sí mismos, sin importarles si eso implicaba destruir a
otros.
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Uno de sus Servidores Fríos |
Su gran ciudad sub-oceánica, Shariiur, pronto necesitaría recursos para
sostener a sus ya miles de habitantes. El único inconveniente que
suponía vivir en un lugar apartado del resto de la realidad es que no
podían explotar recursos naturales necesarios, ya que no podían
permanecer descentralizados, y ninguna raza querría comerciar con ellos,
mucho menos luego del ascenso de Ethmaror a Pensador, por lo que deben
recurrir al pillaje, el saqueo y el robo, incursionando en otros reinos
para robar todo lo que fuera necesario para su subsistencia. Aunque el
odio instigado por Ethmaror era injustificado y no todos los Shariitas
lo compartían de igual forma, ya habían asumido que lo único que
importaba era su supervivencia, aun si eso suponía el sufrimiento de
otros. Por estas dos causas, los Shariitas se ganaron una reputación
mucho peor que la que ya tenían, e hicieron enemigos a donde quiera que
fueron.
Pronto, esta raza, forjada desde la desesperación, y nutrida por la
misantropía y el egoísmo, haría a uno de sus más poderosos enemigos,
cuando 71 años después del ascenso de Ethmaror, construyeron una Puerta
Ewliedana sobre la Ciudad Flotante. Los poderosos guerreros residentes
de ese sagrado lugar no pudieron destruir la Puerta, su innatural magia
desconocida para el resto del mundo, y los Shariitas emergieron para
robar sus preciados Cristales de J'nowna, necesarios para expandir sus
activos en su ciudad escondida. El mismo Ethmaror encabezó la
escaramuza, y fue severamente herido, a duras penas regresando a
Shariiur, con solo su cabeza y su torso desgarrados. Fue entonces cuando
decidió que aplicaría el procedimiento de reanimación de Servidores
Fríos en sí mismo, para preservar su vida. De esta forma, Ethmaror
soslayó a la muerte, y desde entonces siempre que es herido en combate,
reemplaza más y más de su cuerpo con roca mineral animada y magia
corriendo por sus venas.
Lo único que es capaz de destruir una Puerta Ewliedana es un golpe
psíquico concentrado, y la Hermandad Psíquica de Lumenac ha destruido
varias de estas en los sectores septentrionales del Imperio Humano de
Qhai-Liaden. Sin embargo, no es de mucha utilidad, cuando por cada
puerta destruida, los Shariitas construyen dos más. A día de hoy, siguen
siendo la raza incursora más prolífica de Ihbn, y pese a su mala
reputación entre las civilizaciones, su tecnología combinada con magia
es increíblemente valiosa, razón por la que no se les ha intentado
exterminar, aunque de momento no exista forma conocida de entrar en su
Ciudad Escondida. Por ahora, las demás razas tendrán que aguantar contra
estas tormentas esporádicas de resquemor y nihilismo, pues cada vez que
una civilización ceda ante sus saqueos, volverán, más fuertes y más
numerosos.
Comentario del autor: Aquí un intento de crear a lo que yo denomino una
"raza molesta". No son caóticos ni malignos, simplemente tienen una
"moral" muy distinta a la del resto de las razas, y eso es lo que he
intentado describir. Algo así como los Gháam pero en lugar de bestias,
que sean seres racionales. Son tecnológicamente avanzados, pero poco se
sabe de su tecnología y tecno-magia, pues no la comparten con nadie, y
solo se sabe lo que se ha deducido de piezas capturadas de su
tecnología. Los imagino como bandidos steampunk, pero un steampunk
arcaico y consistente con el mundo. Lo de tener la ciudad en un lugar
extradimensional es simplemente una forma de que no se puedan deshacer
de ellos así como así, sino tener que soportarlos hasta que descubran
como irrumpir en sus dominios.
Aporte de Heimdal