domingo, 3 de febrero de 2019

Novedades: ¡Hurra! ¡Tenemos nuestra propia Wiki! (o algo así por el estilo)





Pues eso, cree una wiki para este proyecto para subir los trabajos ya creados y dar mas facilidades a los posibles interesados en participar de este universo compartido para que escriban sus propias colaboraciones, lo cree en la dirección http://es.universo-de-fantasia-ihbn.wikia.com mientras me familiarizaba con el formato para crear paginas y todo eso, pero ahora resulta que hay una gran mudanza de wikia a una dirección totalmente nueva, de modo que no puedo crear nuevas paginas y tampoco otros posibles y futuros miembros.

Un pequeño aviso para que tengan paciencia,  por mientras voy a seguir actualizando este blog.

¡Saludos!

domingo, 16 de diciembre de 2018

sábado, 17 de noviembre de 2018

Extracto de "Más allá del velo", por el astrólogo y alquimista Enkjer Dyntrágora

I: Los Cuatro Anillos del Balance


 Atrunin y Dramuk, los soles gemelos



Ibhn, en toda su impecable majestuosidad, danza permanentemente ante la corte celestial de los astros gemelos, los creadores de vida, los infinitos Atrunin y Dramuk, en un vals imperecedero que nos trae la luz y la prosperidad cada día. Las viejas leyendas nos cuentan que, cuando el vacío reinaba y los Ancestros Primordiales iniciaron la eterna canción, crearon primero a Atrunin, consagración del Orden, para que fuera el eje de éste; el punto de calma en el corazón del patrón. Sin embargo Atrunin se sentía solo en su sagrada tarea, por lo que creó para sí un vástago de su propia estirpe, un hermano gemelo, al cual llamó Dramuk, el motor del tiempo. Una vez encontrado un equilibrio, los Antiguos continuaron con su tarea.

Cuatro anillos concéntricos rodeaban a los gemelos, y en cada uno de ellos, un Antiguo comenzó a trabajar encalmando al Caos. De este proceso celestial, surgieron cuatro mundos, colmados de complejidad y poder, cada uno semejante pero a la vez tan distinto de los demás. Fueron nombrados según la predominancia de los elementos en cada uno.

K'zet, el más cercano a los gemelos, fuego iracundo, la brújula entre el mar entrópico; su luz, un reflejo de sus padres Atrunin y Dramuk, esencial para la creación de la dirección y la orientación. Aún hoy, las rutas de comercio que los varios imperios y conglomerados emprenden en el mar son en gran parte guiados por K'zet, a menudo también llamado "el Ojo de la Luz Interior", relacionado también con la voluntad, la fe, el deseo de cambios. Los alquimistas, psíquicos y seguidores del Culto de Nerhkal consideran a K'zet un astro sagrado en la bóveda celestial.



Conjunción de K'zet y Ur-grah en el cielo crepuscular de Ihbn 


Ur-grah, energía concentrada, el segundo más cercano, tormenta no viva ni muerta, representación de la guerra eterna, pero también del honor y la resistencia. Un planeta vinculado también a la transgresión, pues su órbita está totalmente inclinada respecto a las demás. Se le denomina "Escudo de Vúndr", pues su forma angulosa le hace parecer mucho al tallado que hay sobre las Planicies Estacadas, donde se cree yace Vúndr, Titán de la disciplina y las artes marciales. A menudo, cuando K'zet y Ur-grah conforman un eclipse, se dice que su poder concentrado mejora considerablemente la calidad en las forjas, creando armas y armaduras más fiables y eficientes. Una pequeña orbe llamada Xun, gira alrededor de Ur-grah, siendo visible cuando ésta pasa frente a los gemelos.

Luego está Ihbn, el tercero, portador de vida y fertilidad, siendo el agua su elemento predominante. Sin embargo, como cuentan las primeras leyendas, aquí es donde el Orden consiguió dominar sobre el paciente Caos con mejores resultados. Mucho se ha hablado ya de los Titanes, descendientes del Orden, quienes deshicieron y rehicieron una y otra vez el flujo de energía del planeta hasta que éste consiguió estabilidad y control. Es por los Titanes que heredamos, en parte, control sobre este orden, pudiendo realizar actos prodigios de magia, voluntad y control de los elementos de la realidad. Ante él, se suspenden tres orbes, llamadas Briminur, Skhail y Ormdun.

Briminur trae el equilibrio de las aguas, al estar más cerca de Ihbn, y su brillo nocturno puede ser tan imponente que oculta a sus hermanas. Skhail es un lienzo que, cada cierto tiempo, cambia sus colores y relieves, como si un artista creara y deshiciera una obra de arte constantemente. Ormdun, el Guardián Exterior, es un inmensa roca esférica, casi de la mitad del tamaño de Ihbn, la más lejana de sus lunas. Es la que atrae para sí los impactos de los fragmentos de Hazhar, Error de la Creación, la esfera que estaba en el lugar de Ihbn antes que su equilibrio se rompiera y el Caos consiguiera ganarle al Orden.

Por último, Thenral, el cuarto, aire dominante, le hace un planeta mayormente gaseoso. Es llamado Cenagal de los Perdidos, pues todo cuerpo celeste que pasa a través de él se ve alterado completamente. Se desconoce lo que hay tras su velo de colores verdes y azules, pero los E'rihad cuentan que emite cierta forma de luz que incide sobre la superficie de Ihbn y permite un mayor crecimiento de formas de vida plantáceas. Se le asocia con Lynmej, un sector en el sur de Måndregul donde hay un zigurat que, si pudiera mirarse desde arriba, sus almenas se distribuyen como las semillas de un girasol. Algunos creen que ahí duerme un Titán, otros, que en el centro del colosal laberinto yace una entrada a un lugar desconocido. Ninguna expedición ha regresado al adentrarse ahí. (Para mayores referencias, consulte el Capítulo 13 de "La Magna Diversidad").

Estos cuatro planetas delimitaron la región del balance, un punto donde el Orden se mantiene estable y fluido, sin degenerar a un punto de estoicismo inquebrantable que impida la evolución del cosmos. Más allá de Thenral, yacen otros orbes, pero serán comentados en una sección posterior.



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Comentario del Autor: He aquí un cambio de fase. En lugar de profundizar en alguna facción, he decidido mirar a los cielos. El "sistema solar" en este universo es un sistema binario (dos soles que orbitan entre sí) y una cantidad indeterminada de planetas (hasta ahora, 4, pero pueden haber más). Dichos planetas tienen algo que los caracteriza, y tienen cierta influencia sobre algunos sortilegios (a saber, magia cúpica, poder psíquico, alquimia). La alquimia iba entrelazada con la astrología en tiempos antiguos, así que, en este universo compartido, la imagino de igual forma. La alquimia en Ihbn es una forma de "magia" pero más racional (ahondaré en ella después).




Hay algunas referencias al panteón mesopotámico en este apartado, empezando por el nombre del autor, Enkjer, referencia a Enki, y algunos de los nombres de los astros, así como sus roles. El Caos y el Orden son dos facetas comunes en las leyendas de la creación, y aquí son dos "fuerzas fundamentales" que tratan de sobreponerse la una a la otra. La región del sistema delimitado por estos cuatro planetas es el "Anillo del Balance", donde el Orden prevalece.




En estos planetas o en sus lunas podría haber vida, puesto que la vida es una manifestación de materia y energía trayendo Orden alrededor del Caos. Aún no sé si ahondar en ese asunto, pero el marco que he creado hace plausible que pudieran existir otras formas de vida. De hecho, una de las tantas posibilidades del Zigurat de Lynmej es que sea una puerta ancestral hacia otro planeta (ya explicaré esta región en un futuro).




Una nota importante: El Orden no es bueno, ni el Caos malo. Son analogías de dos estados opuestos, nada más. De hecho, demasiado Orden degenera a esclavización, dominación completa y regímenes dictatoriales (como lo que está comenzando a pasar en Fédregahl en menor grado). Exceso de Caos lleva a anarquía, desorden y pérdida de sentido, o a una distorsión del Orden original (como lo que le pasó a los Shariitas).


Autor Original Heimdal, de Fantasitura

miércoles, 17 de octubre de 2018

Culto al Árbol Rojo

Todas las cosas sangran
No solo hombres y animales
Plantas, rocas
Solo hay que saber dónde cortar





Dibujos aborrecibles hallados alrededor de un Tooash-iimo


Escondidos en los barrios bajos de las grandes ciudades o fingiendo ser simples campesinos en el campo, reclutando adeptos entre los pobres y los esclavos, a quienes prometen que obtendrán venganza de sus opresores, o entre los ricos en sus palacios de mármol, asegurándoles que sus riquezas y privilegios continuaran después de la muerte, los sectarios del Árbol Rojo pacientemente ejercen su labor de infestar y corroer las solidas raíces de los reinos y su fe en los Dioses.

Los orígenes de esta secta son tan brumosos como antiguos, pero viejos pergaminos hallados en la ciudad de Athos señalan a un miembro de la cofradía de Los Soñadores como el iniciador de todo.  Su nombre era Vanarius-el-que-camina-en-los-sueños, y en una época antigua y olvidada, mientras se hallaba bajo los efectos del hongo “pulgar de muerto”, sumergido en delirios e ilusiones, habría contactado con el plano de los sueños donde se mueven las mentes de los Titanes.

Allí, en un mundo indescriptible en palabras humanas, conoció la verdadera naturaleza de los Titanes y del letargo en que estaban sumergidos. Según sus escritos, los Titanes agonizaban mientras sus mentes dormían debido a una maldición, su energía vital se desvanecía lentamente con el paso de las eras y finalmente la muerte llegaba a ellos. Algunos ya habían fallecido y sus cadáveres pudriéndose creaban desiertos donde nada crecía. Sin embargo había un modo de salvarlos, de mantenerlos con vida e incluso de despertarlos.

Y ese modo era un sacrificio de sangre, un sacrificio voluntario para entregar la energía vital de la victima a los Titanes y así alimentarlos. Al menos eso es lo que narra el libro sagrado de los cultistas, el Naam Chootlhicutolh, texto escrito por Vanarius y cuyo título –supuestamente en el idioma de los Titanes- significaría “sobre el tiempo de las ofrendas”

Pero los sabios que han estudiado esta secta señalan que todo esto es mentira y que sus miembros viven en el engaño, ya que en realidad adoran a una entidad totalmente ajena a los Titanes, perversa, maligna y que se complace en el sufrimiento y el derramamiento de sangre. Este ser no tiene nombre, o al menos nadie lo conoce, viene de épocas antiguas aunque es más joven que los Titanes y vaga por planos totalmente ajenos al mundo físico.

También es falso que sus sacrificios de sangre sean voluntarios, producto del amor religioso. En ocasiones los sectarios se sangran a sí mismos como ofrenda haciéndose pequeños cortes en la palma de la mano, pero el verdadero sacrifico requiere la muerte de una víctima, que ha menudo se halla drogada bajo la influencia del hongo “pulgares de muerto” o de los vapores del cáñamo azul. La víctima es atada a un Tooash-iimo (“árbol de los sacrificios”), donde es desangrada lentamente, en ocasiones por más de medio día, dejando que la sangre sea embebida por la tierra y succionada por las raíces del árbol. Los Tooash-iimo que han sido usados en muchos sacrificios pierden todas sus hojas y su tronco, raíces y ramas se vuelven hinchados y monstruosos.

Suelen realizar sus sacrificios en lugares aislados y de difícil acceso, pantanos, valles escondidos o bosques espesos. Generalmente cuentan con un solo Tooash-iimo rodeado por un círculo concéntrico de piedras, a veces talladas con rostros grotescos, mientras otras están pintadas en rojo con símbolos aborrecibles. Sus sacrificios solo ocurren de noche y durante la luna llena, a la que ellos llaman Luna sangrienta.

Pese a la perversidad intrínseca de este culto, ha logrado perdurar durante siglos y ha reclutado entre sus filas a gente importante, sabios, aristócratas, cofradías enteras de magos han caído seducidos por su oscura doctrina. No es fácil identificar a estos sectarios, ya que se comunican entre ellos mediante señas y palabras en clave que han permanecido fieramente en secreto. Pero hay señales sospechosas, como raros cortes en manos y muñecas —producto de pequeños sacrificios de sangre— desinterés en las actividades de las religiones establecidas, etc. una marca indesmentible de la pertenencia al Árbol Rojo es el hallazgo de piedras jaspeadas de color rojo (“piedras de sangre”), a menudo enterradas en las cuatro esquinas del hogar del sectario.



Un árbol de los sacrificios profanado, fue cortado luego de que el grupo de sectarios que lo adoraba fuera descubierto y masacrado


Aporte de Haradrim (o sea yo) de Fantasitura

sábado, 16 de junio de 2018

La noche del Sacrificio, de Haradrim (Cuento)



Una sombra surgió, la sombra comenzó a crecer y a cubrir de oscuridad los restos de la derruida y abandonada plaza, a los árboles esqueléticos y resecos, a los bancos rotos, a la fuente seca y agrietada en cuyo centro la estatua de una hermosa doncella, ajada y mutilada por los años, sostenía una jarra de cuya boca el agua había dejado de brotar  muchísimo  tiempo atrás. La sombra cubrió el arenoso suelo, en lo que antiguamente eran jardines con flores y arbustos, y se detuvo mientras emitía un raro sonido de “chuc-chuc-chuc”

La sombra se materializo en el cielo en forma de un enorme dirigible, como una colosal y  jorobada ballena flotante. Mientras sus hélices dejaban de girar y se mantenía inmóvil en el aire, de su cabina y con un susurro y un silbido de vapor bajó un disco metálico, una plataforma con barandas sostenida por un grueso cable, y en la plataforma dos figuras, una chica joven y un anciano, ella vestida con un mandil de cuero y ropas de fogonero, y el con una elegante tunica escarlata con detalles de oro en sus mangas. La muchacha era pálida, con cortos cabellos castaños y ojos verdes, el anciano tenía una corta barba de filósofo y ojos de sabio rodeados por muchas arrugas. Lo único que tenían en común era una insignia en el pecho, de plata y bronce, con el símbolo imperial de Fédregahl, pero combinada en el martillo y el relámpago de la Casa de los Alquimistas, dedicada a las ciencias del metal y las pociones.

Tras poner pie en la ruinosa plaza, ambos contemplaron la ciudad en silencio: sus columnas caídas, sus muros derruidos, sus edificios con techos desfondados y sus casas invadidas por la arena, con los huecos de las ventanas sin marcos ni postigos, como ojos ciegos que esperaban a unos inexistentes visitantes. A medida que el día daba paso a la noche, las sombras de la ciudad se alargaban, y el atardecer rojizo allá en el horizonte producía extraños juegos de luces, tiñendo con un resplandor inquietante los descascarados muros de sus edificios.

El anciano observó la ciudad con marcado interés, mientras se acariciaba la barba,  mientras que la muchacha simplemente miró hacia adelante, como si no viera la ciudad; como si fuera una roca o un árbol más.

—Interesantes ruinas… y no aparecen en los mapas —dijo el anciano—me pregunto si es por la mediocridad de los mismos o porque esta ciudad ya ha sido olvidada por completo en la memoria de los hombres.

—¿No sabes que ciudad es, padre?

—No, aunque eso no te extrañe, estos son los desiertos de Nosser, cuna de las más antiguas civilizaciones del continente de Quirim.

—Padre, ¿exploramos estas ruinas?

—Si, pero no ahora, no cuando la noche esta tan cerca, no sabemos los peligros que pueden acecharnos, e incluso, si no hay tales peligros, las ruinas, que durante el día son tristes a la vista, de noche se vuelven siniestras y se pueblan de fantasmas… no hablo de fantasmas reales —continuó ante la mirada de su hija— hablo de los fantasmas de la imaginación, que pueden ser peores… Oh, dioses, ¡Qué espanto!

En ese momento, algo surgió de las arenas: era un insecto gigante, un monstruo horrible, con ojos facetados y mandíbulas enormes, un escarabajo de las arenas… pero no era eso. En realidad era un hombre, con una máscara que imitaba a un escarabajo, y detrás de él y a su alrededor, de entre las grietas y los rincones oscuros en las esquinas de los muros surgían otros como él, vestidos de negro y con las mismas espantosas máscaras.

Uno de ellos hizo girar en el aire una bola atada a una fuerte cuerda trenzada, y se la arrojó a la muchacha, enrollándola alrededor de su cuello para que, con un fuerte tirón, jalar y derribarla, mientras su padre gritaba lleno de terror.

—¡Hija!





Khoran los escuchó venir y, a su pesar, sintió que su corazón se encogía de miedo. ¿Ya venían por él? ¿Tan pronto?

Abrieron la puerta de su calabozo y entraron Ellos: los horribles, los malditos… pero no venían solos. Arrojaron bruscamente al suelo a dos prisioneros más, un hombre y una mujer, y se marcharon. Los nuevos cautivos se levantaron lentamente y miraron a Khoran, y él los miró a ellos: una chica joven, pálida y con el rostro lleno de pecas, además de un hombre viejo con una corta barba canosa, que parecía tan azorado como serena estaba la muchacha. Quizás era su hija… o su nieta.

—Bienvenidos —dijo Khoran.

—¿Dónde estamos? —preguntó el viejo, mientras que, a la luz de las escasas antorchas que iluminaban el lugar, paseaba su mirada por la mazmorra, por sus paredes y techo de piedra, y por sus barrotes de hierro carcomido.

—¿Han oído hablar de Immunna?

El viejo se estremeció, mientras que la chica —con una serenidad que rayaba en la indiferencia o en la locura— sólo parecía expresar cierta curiosidad.

—¿Immunna? —preguntó ella.

—La ciudad maldita, la profana, donde se adora a los demonios… o se les adoraba —le explicó el anciano.

—No a los demonios, sino a Zzugla’tiìt, el Dios Insecto, y todavía se le adora —aclaró Khoran— Cada primera luna llena del mes, sacrifican a un humano a su Dios. Lo ofrecen para que él… lo devore.

El anciano no pudo evitar mostrarse asustado, mientras la muchacha, con sus ojos verde pálido casi transparentes, siguió tan calmada como antes. De hecho, más que calma, su rostro mostraba indiferencia.

— Zzugla’tiìt, uno de los Sesenta y Seis dioses, también llamado El Olvidado, dios de la podredumbre, las plagas y los enjambres… No puedo creer que aun tenga seguidores…

—Estamos bajos las ruinas de la ciudad y, esta misma noche, vendrán a buscar a uno de nosotros para sacrificarlo a su Dios… —Khoran sonrió con amargura— Deben haber visto su estatua, ¿no? Una estatua gigantesca, con muchas patas…

—¡Dioses! —El anciano volvió a temblar; sí, la había visto.

Después que los capturaran, los llevaron a través de las ruinas de Immunna, y luego por lóbregos pasillos y cámaras subterráneas, hasta llegar a una enorme caverna iluminada por decenas de antorchas. Su luz era insuficiente para permitir apreciar el tamaño de la misma, cuyo techo se mantenía en la oscuridad, pero eso no era lo importante, sino la gigantesca estatua que se hallaba en su centro: parecía una mezcla de escarabajo, escorpión, tábano y araña. A pesar de que era tan sólo un enorme pedazo de muerta piedra negra, Urus, el anciano, se estremeció de asco y de temor, ya que la estatua parecía exudar malevolencia a través de aquellos ojos que parecían vivos y hambrientos.

—Dicen que esa estatua revive cada luna llena, para tomar su sacrificio… —continuó Khoran— Dicen, porque yo no lo he visto, claro… pero creo que lo veré esta noche.

La cara de espanto de Urus no le causo ningún placer; alguien más ruin o más desesperado se habría alegrado morbosamente de no ser el único que tendría tan macabro destino, incluso abrigando esperanzas de prolongar su vida un poco más a costa de estos dos desdichados. Pero había pasado mucho tiempo desde que Khoran perdiera toda esperanza. Incluso había pensado en suicidarse, para evitar una muerte mil veces peor, y para ser, por un breve instante, nuevamente libre tras estar prisionero durante tanto tiempo. Pero Ellos, los malditos —los adoradores de Zzugla’tiìt— eran muy astutos. Desde que lo castigaran brutalmente, lo mantenían bajo una vigilancia estricta, aunque jamás parecieran estar cerca de su calabozo: disponer de su propia vida era algo que a Khoran le estaba vedado.

—¿No podemos hacer algo? ¿Algún modo de escapar? —preguntó Urus desesperado.

—¿Escapar? —una nueva mueca que trataba de asemejar una sonrisa apareció en el rostro de Khoran— No, no se puede escapar. Lo he intentado muchas veces… Formé parte de un grupo de siete, y en cada luna llena venían en busca de uno de nosotros. Ahora sólo quedo yo —sentenció.

Por primera vez, el anciano y la muchacha parecieron fijarse en su compañero de celda. Lo que vieron entonces fue un hombre barbón y greñudo, con las ropas raídas y sucias, sentado con las piernas cruzadas, o eso parecía, ya que una manta inmunda le cubría las piernas. Era difícil calcular su edad, con las sombras bailándole en el rostro, pero ya tenía canas en la barba y su rostro parecía el de alguien derrotado hace mucho tiempo.

—La última vez que intente escapar fue haciendo un forado en la pared. Me descubrieron… y me castigaron así.

Ya no sonrió al levantar la manta. El viejo lanzó un grito, un verdadero chillido de espanto, al ver los muñones cubiertos por vendajes sanguinolentos; esos muñones en donde terminaban ahora las piernas mutiladas de Khoran.

La muchacha en cambio no se horrorizó sino que, por el contrario, se inclinó hacia él, mirando con curiosidad esa muestra de la crueldad de los adoradores de Zzugla’tiìt. Khoran estaba asombrado —una emoción que ya no creía que volvería a sentir— esa muchacha no parecía entender lo que les pasaría a ellos, ignorando deliberadamente una muerte que era horrible y humillante a la vez. Quizás la muchacha estaba loca… o era idiota.

La chica se retiró y, al hacerlo, sus ojos verde claros, casi traslúcidos, brillaron. Sólo duró el tiempo de un respiro, pero él los vio brillar como los ojos de un gato. No supo qué pensar de aquello, por lo que prefirió ignorarlo.

—Yo seré el sacrificio de esta noche —concluyó—. Luego, les tocara a ustedes… Es mejor resignarse; es lo único que pueden hacer.

Antes que el espantado anciano pudiera responder, se escucharon pasos, y una luminosidad vacilante llegó a ellos a través de los pasillos. Entonces aparecieron Ellos, una decena al menos, vestidos todos con túnicas negras y portando lanzas y antorchas; además, todos escondían sus rostros tras horribles máscaras de escarabajo, de mosca, de tábano, y de cosas con ojos enormes… y trompas y mandíbulas. Uno de ellos saco una enorme llave oxidada y abrió la puerta de la celda con un rechinido

El viejo y su hija se levantaron y se apartaron. El anciano se puso por delante de la muchacha y con un brazo la obligó a mantenerse un paso más atrás: un gesto de protección tan espontáneo como inútil.

—Tú, ven aquí —le ordenó el enmascarado que parecía el jefe a Khoran.

Pero antes de que el prisionero hiciera movimiento alguno, la muchacha pálida de ojos verdes se adelantó y, con un movimiento tan rápido que ni su padre ni Khoran la pudieron ver, golpeó el rostro del que dio las órdenes. Éste fue arrojado hacia atrás, y estrelló su cabeza contra el muro; quedó por un momento apoyado en él, vacilante, y luego se deslizó lentamente hasta quedar desparramado en el suelo en una posición ridícula, quedándose inmóvil.

La máscara se le desprendió entonces y mostró un rostro delgado, de pómulos salientes y nariz aguileña: un rostro perfectamente humano, que ahora chorreaba sangre por sus narices y oídos. Khoran no supo que le asombró más: si el que debajo de esas máscaras horribles los sectarios de Zzugla’tiìt tuvieran un rostro humano, o la enorme fuerza de la muchacha, impensable en un cuerpo tan delgado.





—Muy valiente tu hija —le dijo a Urus—, pero su acto de bravura no servirá de nada; a tu hija la sacrificaran antes que a ti, pero finalmente todos tendremos el mismo destino.

El viejo no contestó. Extrañamente, no parecía preocupado. Por supuesto que estaba asustado, pero no tanto como uno podría pensar en esas circunstancias.

—¿Cómo es que tu hija es tan fuerte? Parece tan delgada, tan frágil…

Urus siguió sin contestar; su ceño era el de un pensador y ahora parecía estar calculando algo. Sombrío y silencioso, por su mente pasaban miles de pensamientos e ideas, atropellándose y confundiéndose en una amalgama en la que, como una estrella en una noche oscura, por un momento brilló una leve esperanza.

—Ismie —murmuró entonces el viejo; tan sólo eso, el nombre de su hija, que a esas horas seguramente ya estaba muerta y digerida por aquel Dios inclemente—Ismie…

Entonces se oyó un rugido.

Ambos se sobresaltaron; era un rugido atroz, lleno de ira y locura. No parecía un sonido capaz de ser producido por una garganta humana… ni por ningún animal tampoco. Era aterrador: la rabia se hacía sólida en aquel espantoso aullido que les llegaba claramente, atravesando corredores y muros de piedra.

Y de golpe todo quedó en silencio.

Ambos esperaron, con miedo en el corazón, hasta que pudieron oler algo: era un olor intenso, punzante y desagradable. Parecía como algo animal, combinado con el hedor de cucarachas reventadas y caparazones de escarabajos resecos bajo un sol eterno; en realidad, olía a algo totalmente corrupto y cubierto de moscas. A Khoran aquello le trajo recuerdos, como si aquel aroma hubiera llegado a sus narices antes, pero de forma más vaga y diluida.  

Finalmente, oyeron pasos —livianos y de una sola persona— acercarse. Fue sólo entonces que la figura se reveló: frente a ellos estaba Ismie.

—Pero, ¿cómo pudiste…? —La pregunta de Khoran quedó sin terminar, porque Ismie estaba destrozada: tenía desgarrada tanto la ropa como la piel de los brazos y de la cara, pero eso no era lo más terrible.

Lo realmente horrible era que debajo de la piel no había carne, sino madera, cuero y metal. De sus heridas manaba un líquido oscuro y aceitoso, y tenía un gran agujero en el vientre donde se veían engranajes y ruedas dentadas. Uno de sus ojos había desaparecido, y sólo quedaba un agujero con una piedra traslúcida de color verde pálido.

Sin embargo, pese a lo espantoso de su aspecto, su rostro seguía siendo sereno y tan indiferente como el de una estatua hermosamente tallada.

Por si fuera poco, estaba cubierta de baba: una baba espesa e iridiscente que brillaba a la luz de las antorchas, y era de allí que provenía ese olor tan espantoso a cosas que se escondían en túneles y cavernas.

—Vino ese Dios —comenzó a explicarles—, y me entregaron a él… Y me mordió. Pero al hacerlo, se dio cuenta de que yo no era de carne, y se enfureció. Fue entonces que, enloquecido de rabia, atacó a sus seguidores.

»Mi idea era que me tragará para así atravesarle el vientre, pateándole el estómago desde dentro y matarle, pero no fue necesario. Ahora estamos solos… y libres.

Ambos hombres la miraban con asombro. Su padre se le acercó y le tocó suavemente su mejilla, donde estaba la poca piel que quedaba en ella.

—¿Te duele?

—No lo sé, padre… no sé realmente como es el dolor. Padre, ¿te duele a ti? ¿Estás lastimado? —preguntó ella, tocándole el rostro, y acariciando las lágrimas que se derramaban por los ojos de Urus.

—No, no, querida… Estas lágrimas son lágrimas de alegría —contestó el viejo con una sonrisa forzada—: Lloro porque eres la mejor hija que pude crear… mi ángel metálico.

Entonces la abrazó, haciendo caso omiso a la baba. Khoran no dejó de notar que, aunque Urus derramaba abundantes lágrimas, el rostro de la muchacha —lo que quedaba de él, al menos— seguía siendo tan indiferente como el de una máscara.

Era un rostro que sólo era humano en su superficie.



FIN

Autor original Haradrim, de Fantasitura.

sábado, 26 de mayo de 2018

Capítulo 3: Sobre cimientos de cristal: El Imperio Humano de Fédregahl

Extracto de "La Magna Diversidad", del historiador e inventor Dagobertus Skallafade

 Desde la observación exterior, el Imperio Humano de Fédregahl (cuyo nombre significa "Fervor de Hierro", en el lenguaje kalevalés, oficial en el imperio), es una gran extensión de tierra rodeada por enormes muros, cuya arquitectura ostentosa y variopinta le hacen justicia a la imagen del dominio humano sobre las regiones ecuatoriales de Måndregul, donde también se encuentran los E'rihad, la Diáspora Tolfek, y sobre unos kilómetros, la mítica Ciudad Flotante. Måndregul ha visto en su historia grandes reinos, protectorados e imperios, pero ninguno tan opulento como Fédregahl, considerado por muchos comerciantes como un paraíso mercante.

Al adentrarse pasados sus gruesos muros, los cuales han aguantado casi dos mil años de asedios e incursiones de Shariitas, Oleadas de Ghàam, ataques de Exiliados, incursiones de Noctilucentes e incluso las Segunda y Tercera Guerra de los Nagashyr, uno puede entender por qué esta ciudad se ve tan poderosa, poblada y activa. En el imperio de Fédregahl se encuentran gran parte de las escuelas de magia de Måndregul, aquí es donde se llevan a cabo la mayor parte de las actividades comerciales, y en sí es una de las grandes potencias militares y económicas en toda Ihbn.
 

Dividido en varios distritos, los tres más grandes e importantes son Ólgevar, la bolsa de oro, distrito comercial; Gurnaam, distrito administrativo, donde se encuentra tanto el monasterio principal y las espiras gubernamentales del Consejo; Soknir, el distrito residencial más grande, donde se encuentra el 2° regimiento de coraceros del imperio, el Muro Cambiante de Ghûznit, el titán del pensamiento lateral, junto con varias academias, y la torre de los cetreros, donde se entrena a los grifos para su uso en logística y también para despliegue aéreo en combate.






Desde sus inicios, fue una ciudad excelentemente ubicada. Abarcando tanto dos monolitos a los Titanes, Dréq-Mir y Ghûznit, el primero representando la fuerza de voluntad y la resiliencia, el segundo, al pensamiento lateral, ha permitido desarrollar a los habitantes kalevalianos (también llamados fedregalianos, aunque este último es poco usado) habilidades de supervivencia y prosperidad en contra de todas las dificultades que han tenido durante sus ya dos mil años de existencia. Aguantaron contra la Plaga de los Desgarradores, una enfermedad proveniente desde la Grieta de Sjurnemar, que se cree es un punto de interconexión entre el mundo natural y el espiritual; también resistieron los Catorce Días Pantanescos, un intento de cierta cábala de Exiliados de irrumpir en el mundo material, e incontables guerras contra varias otras facciones.

Sin embargo, pese a la solidez aparente de sus muros, sus imponentes edificios, y sus disciplinados ejércitos, en el interior se gesta una serie de conflictos internos. La cabeza del mando, el Emperador Fírleth Janus, junto a su Consejo, lentamente parecen perder su poderosa influencia producto de tres eventos actuales:

Asimilación de la población por cultos Shariitas: Alrededor de la zona septentrional de Fédregahl, se ubican cinco puertas Ewliedanas, donde cada cierto tiempo emergen Alastores Shariitas que normalmente saquean las caravanas y, de alguna forma, secuestran o atraen a los ciudadanos periféricos del imperio, para ser "reclutados" en Shariiur. A raíz de esto, la Alta Esfera de Fédregahl ha impuesto políticas restrictivas que han causado paranoia y han cambiado la visión de los ciudadanos a su imperio, desde uno de prosperidad a uno de cadenas e imposición. Han habido grupos entre los habitantes kalevalenses que se han incluso entregado voluntariamente a los Shariitas, producto de las cada vez más severas legislaciones que afectan a los habitantes. Cualquiera que sea sorprendido teniendo contacto con Shariitas o practicando magia Ewliedana es severamente linchado y torturado en la Plaza de los Amaneceres, un lugar de alta concurrencia civil.



Los muros de Fédregahl han soportado toda clase de invasiones, y nunca han caido... aun.


4° Guerra contra los Nagashyr: Los Nagashyr es como se les denomina a las especies anfibias que habitan el mar occidental de Måndregul, quienes recientemente están "evolucionando" para conseguir asentamientos en tierra. Hace unos trescientos años, esta facción comenzó a sufrir cambios fisiológicos que les permitieron sobrevivir fuera del agua, donde ya poseen dos colonias desde las que buscan crear una cabeza de playa para avanzar sobre Måndregul. Ya hay registros de conflictos contra los Tolfek y contra los Shariitas, aunque estos últimos parecen dejar de atacarles para concentrar su esfuerzo de incursión en Fédregahl. A pesar del gran poderío militar de Fédregahl, los Nagashyr tienden a luchar de formas indirectas, especialmente en tácticas de choque y terror, guerras químicas y de atrición*. Son un enemigo que se mimetiza con su ambiente, y ataca en emboscadas o haciendo sabotaje, a diferencia de los Ghàam, por ejemplo, a los cuales se les puede enfrentar a punta de espada. Esta guerra está ocasionando un inmenso esfuerzo económico y humanitario para el imperio: en veinte años se han perdido a casi medio millón de hombres, y casi no se ha conseguido que los Nagashyr retrocedan.




Las valientes legiones de Fédregahl son las que han mantenido al imperio en pie.


Plaga de la Heterodoxia: Poco tiempo antes de la invasión Nagashyr, una cábala de hechiceros, junto a dos eruditos de la Hermandad Psíquica de Lumenac, intentaron realizar un experimento controlado para descubrir el patrón seguido por Nerhkal, apodado el Todo en la Nada, sobre sus daones sigilitas, en un intento de dilucidad su posición, acciones y si es posible contenerlo o revertir su situación. Dicho procedimiento resultó mal, y creó una descarga psíquica en una gran cantidad de ciudadanos kalevalenses. Esta "enfermedad" se caracteriza por otorgarles a los que la sufren una fuerte discordia contra el statu quo, generalmente tomando posiciones radicales y manifestándose en contra de casi cualquier ley o acción llevada a cabo por las altas esferas. Dicha enfermedad también les otorga una inmensa capacidad de convicción, haciendo que puedan volver a otros a sus posturas radicales. Esta llamada "plaga de la Heterodoxia" ha resultado ser un problema difícil de controlar para el Imperio, ya que, indirectamente, está generando problemas de variada índole, como aumento en la tasa de deserción militar, desobediencia civil, aumento de la población penal, la coacción a crear leyes más severas para controlar  la población, la disminución de la productividad, entre otras cosas.

De esta manera, pese a lo fuerte e imponente que pueda vislumbrarse este gran imperio, desde dentro sufre un cáncer que parece no ser erradicado. Solo el tiempo dirá si Fédregahl y sus kalevalenses resistirán bajo la mirada de sus Titanes, o si serán otro capítulo que pronto encontrará un amargo final a raíz de tres puntas de lanza.

*Los Nagashyr empujan a la soldadesca de Fédregahl a hacer cosas que les causen un gran peso moral. Por ejemplo, emboscar desde el centro de una formación, de tal forma que se atraviesen entre los soldados y dando la posibilidad de que, entre el fragor de la batalla, un soldado kalevaliano ataque a otro en el fuego cruzado. Otra manifestación de ello es romper las líneas de suministros del imperio, obligando a los soldados en la lucha decidir quienes sobreviven a las hambrunas y quienes se sacrifican. Los soldados kalevalianos tienen muy en consideración el tema fraternal, y el cuidar de sus compañeros por sobre lo demás, por lo que obligarles a vulnerar ese dogma tiende a desmoralizarlos. Estas tácticas Nagashyr son únicas a la 4° Guerra, pues esta especie ha aprendido bastante de su enemigo para saber dónde golpear.



Comentario del Autor: Fédregahl es lo que denomino un imperio poderoso y resistente, pero que se ha visto afectado por vulnerabilidades muy puntuales. No creo que existan los imperios indemnes, el mundo cambia, el tiempo avanza, y en esos momentos es cuando incluso los reinos más grandes deben ser puestos a prueba. Fédregahl está siendo sometido a esta serie de eventos que decidirán su futuro en la existencia.

Aporte de Heimdal, de Fantasitura.

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